
No hay que amargarnos recordando cosas que nos lastiman. la vida es corta; el tiempo pasa con rapidez y no podemos volverlo atrás. Dios nos regalo un par de hermosos “ojos” para contemplar la grandeza de su creación. Vivamos con felicidad el presente; nuestra cita con la vida es el ahora, no el pasado ni el futuro.
Lo importante es el ahora, el hoy. El pasado ya se fue. El futuro no llegó, ni existe, no sabemos si va a existir. ¿Sabemos acaso qué pasará mañana? La vida es como el humo, que aparece un momento, y luego se disipa. Sólo existe el aquí y el ahora.
En nuestra fe, es muy importante que aprendamos a vivir cada día, cada minuto, con tanta intensidad e importancia, como si fuese el último de la vida. Aprender en familia, a dejar lo accesorio y concentrarse en lo esencial: una palabra, un gesto, un encuentro, una decisión… De
este modo, se enfrenta la vida con simpleza.